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Respuestas difíciles a preguntas complicadas II


· Sinitaivas 050 - 20/08/02


¡Ella no tiene por qué enterarse!- volví a repetirme, y noté que me sentía mal, como si me doliese el pecho al respirar, como si estuviese haciendo algo realmente deshonesto...

-¡Pero Ella no me da siempre lo que necesito!- y tardé un instante en darme cuenta de que era yo mismo el que había dicho esa última frase; -¡Yo no quiero ser un segundo plato!, ¡Yo quiero sentirme amado siempre! y Ella no me hace sentir así continuamente...- y exhalé un lento y profundo aliento mientras fruncía el ceño y notaba que el corazón se me encogía en el pecho, al recordar las heridas y el dolor sentido por las veces que Ella no me amó como quería, ..., las veces en que me sentí desplazado por su trabajo, su familia, sus amigos, y tantas otras cosas que me hacían sentir como una tarea sin importancia al final de una larga lista de prioridades en su corazón y en su vida...

Sin embargo, aquella hermosa chica que seguía esperándome impaciente en el interior del café, mirando el reloj una y otra vez... me había hecho sentir tan importante... Su aparición casual, habernos conocido por correo, todas las conversaciones que habíamos tenido por carta, y su interés por encontrarnos..., era todo tan "perfecto" que parecía como si ella fuera la única que podía darme el amor que me faltaba, la única que podía hacerme sentir importante en su vida, ..., y en la mía... -¡El amor de mi vida!- exclamé en voz un poco más alta, pero sin llegar a ser del todo comprensible, más tranquilo y casi decidido a levantarme y entrar, para sentarme a su mesa y darnos la oportunidad de ser el uno para el otro aquello que ambos necesitábamos tanto...

-¿Cómo has dicho?- me preguntó acercando la cabeza, para intentar oír aquello que mascullaba entre dientes; -¿En qué pensabas?, te noto algo raro, llevas demasiado tiempo callado, como rumiando tus cosas...- terminó de inquirir. Yo alcé la vista hacia  la derecha, y aparté momentáneamente los ojos de la joven hermosa que me esperaba en el interior del café, para mirar ahora a aquella otra mujer que durante tanto tiempo había sido el amor de mi vida, y que, a pesar de todo el amor que le tenía, me había llevado a aquella extraña situación por no quererme como yo tanto ansiaba..., alcé la vista hacia la derecha, para encontrarme con Ella, con sus ojos, su sonrisa, ahora un tanto inquieta por mi notable distanciamiento y mi preocupante mutismo...

-¡Estamos jodidos!- le dije, mientras a ella le cambiaba la cara y su expresión se tornaba entre asombro y enojo. -¡Estamos jodidos, porque tengo miedo!... - y su cara cambió como si supiera todo lo que estaba ocurriendo; -¡Tengo miedo de que no me quieras como quiero, tengo miedo de que yo deje de quererte!,... ¡Tengo miedo de que dejes de ser lo más importante para mi y de que yo deje de serlo para tí!, ...!Tengo miedo de encontrar a alguien que me dé lo que tú no puedes darme, y de que yo no pueda darte aquello que otros pueden¡- y ella me miró como sintiéndose culpable, pidiéndome perdón, y a la vez condescendiente, como perdonándome a mí...

-¡Estamos jodidos!- repetí; -¡Porque yo no pienso entrar a conocer a la mujer de mi vida..., porque voy a confiar en que me quieres para que tú lo sigas siendo!...- y yo la miré otra vez como aquella primera vez, para sentirme enamorado de Ella como entonces, para sentirme amado como nunca...


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