Sinitaivas: Historias de Otto el Piloto por jEsuSdA.
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¡Ella no tiene por qué
enterarse!- volví a repetirme, y noté que me
sentía mal, como si me doliese el pecho al respirar, como si
estuviese haciendo algo realmente deshonesto...
-¡Pero Ella no me da siempre lo que necesito!- y tardé un
instante en darme cuenta de que era yo mismo el que había dicho
esa última frase; -¡Yo no quiero ser un segundo plato!,
¡Yo quiero sentirme amado siempre! y Ella no me hace sentir
así continuamente...- y exhalé un lento y profundo
aliento mientras fruncía el ceño y notaba que el
corazón se me encogía en el pecho, al recordar las
heridas y el dolor sentido por las veces que Ella no me amó como
quería, ..., las veces en que me sentí desplazado por su
trabajo, su familia, sus amigos, y tantas otras cosas que me
hacían sentir como una tarea sin importancia al final de una
larga lista de prioridades en su corazón y en su vida...
Sin embargo, aquella hermosa chica que seguía esperándome
impaciente en el interior del café, mirando el reloj una y otra
vez... me había hecho sentir tan importante... Su
aparición casual, habernos conocido por correo, todas las
conversaciones que habíamos tenido por carta, y su
interés por encontrarnos..., era todo tan "perfecto" que
parecía como si ella fuera la única que podía
darme el amor que me faltaba, la única que podía hacerme
sentir importante en su vida, ..., y en la mía... -¡El
amor de mi vida!- exclamé en voz un poco más alta, pero
sin llegar a ser del todo comprensible, más tranquilo y casi
decidido a levantarme y entrar, para sentarme a su mesa y darnos la
oportunidad de ser el uno para el otro aquello que ambos
necesitábamos tanto...
-¿Cómo has dicho?- me preguntó acercando la
cabeza, para intentar oír aquello que mascullaba entre dientes;
-¿En qué pensabas?, te noto algo raro, llevas demasiado
tiempo callado, como rumiando tus cosas...- terminó de inquirir.
Yo alcé la vista hacia la derecha, y aparté
momentáneamente los ojos de la joven hermosa que me esperaba en
el interior del café, para mirar ahora a aquella otra mujer que
durante tanto tiempo había sido el amor de mi vida, y que, a
pesar de todo el amor que le tenía, me había llevado a
aquella extraña situación por no quererme como yo tanto
ansiaba..., alcé la vista hacia la derecha, para encontrarme con
Ella, con sus ojos, su sonrisa, ahora un tanto inquieta por mi notable
distanciamiento y mi preocupante mutismo...
-¡Estamos jodidos!- le dije, mientras a ella le cambiaba la cara
y su expresión se tornaba entre asombro y enojo. -¡Estamos
jodidos, porque tengo miedo!... - y su cara cambió como si
supiera todo lo que estaba ocurriendo; -¡Tengo miedo de que no me
quieras como quiero, tengo miedo de que yo deje de quererte!,...
¡Tengo miedo de que dejes de ser lo más importante para mi
y de que yo deje de serlo para tí!, ...!Tengo miedo de encontrar
a alguien que me dé lo que tú no puedes darme, y de que
yo no pueda darte aquello que otros pueden¡- y ella me
miró como sintiéndose culpable, pidiéndome
perdón, y a la vez condescendiente, como perdonándome a
mí...
-¡Estamos jodidos!- repetí; -¡Porque yo no pienso
entrar a conocer a la mujer de mi vida..., porque voy a confiar en que
me quieres para que tú lo sigas siendo!...- y yo la miré
otra vez como aquella primera vez, para sentirme enamorado de Ella como
entonces, para sentirme amado como nunca...