Sinitaivas: Historias de Otto el Piloto por jEsuSdA.
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En algún lugar de mi agenda,
guardé para siempre su número. Y no quise borrarlo por si
regresaba, y aunque ella nunca me tomó del todo en serio, una
vez soñé que pudimos ser amigos...
Recuerdo que hacía calor, aunque no recuerdo bien la fecha, ni
la estación siquiera, pero hacía calor... Desde
hacía algún tiempo, de vez en cuando me gustaba hacerle
alguna visita, acercarme un poco a verla y preguntarle por su vida,
para que me contara como siempre, con una amplia sonrisa, que estaba
muy ajetreada, que casi no tenía tiempo para nada, y que a ver
cuando nos veíamos para tomar un café reposadamente...
Y ahora que lo pienso, era aquella una relación extraña,
surgida no se muy bien por qué, pero que a mí me gustaba,
porque era una de esas amistades que creía yo iban a durar mucho
tiempo, a pesar de lo poco que tenían en común nuestros
caminos...
Aquella tarde fue la última que nos vimos, y como todas las
veces anteriores, fue un encuentro extrañamente inusual, aunque
esta vez, si cabe, lo fue más...
Sentados junto a su mesa del despacho, me confesó que amaba el
mar, mucho, ..., y que desde niña había sentido una
atracción profunda por él, y sobre todo por los faros,
los cuales decía que le evocaban su niñez jugando en la
playa, con las olas, en su querido y siempre bienamado mar...
-¡Te lo regalo!- me dijo repentinamente, mientras cogía un
extraño paquete alargado, envuelto misteriosamente en papel de
embalar castaño; y estiraba las manos ofreciéndomelo...
-¡Ya tengo uno igual!, ¡La verdad, es que tengo todo mi
piso lleno de ellos!- concluyó, mientras yo, sin poder
contenerme, había abierto, sin reparar en el envoltorio, el
inesperado regalo.
-¡¿Y qué hago yo con una cosa tan fea?!- me dije
para mis adentros; -¡Qué ..., bonito, gracias!- le dije a
ella intentando quedar bien y no menospreciar aquel extravagante y
enorme faro de madera recién descubierto. -¡Es de Ikea, y
es una edición especial!- insistió, tal vez al percatarse
de mi poca "profesionalidad" al mentir. Y tal vez fue aquella
última frase la que me hizo pensar y me hizo ver que, realmente,
aquel debía ser un faro especial, extravagante y enorme, pero
especial..., se merecía ser especial, y no porque fuese de Ikea,
sino porque era de ella...
Espero de corazón que os gustaran aquellos dos
capítulos anteriores a éste, de igual nombre, y la
historia del pescador que creía ciegamente en su corazón,
que en ella os narré. Ahora es el momento de entender el
porqué de aquella historia:
Cuando regresé a mi piso, me quedé largo tiempo mirando
aquel extraño presente, pensando una manera de hacerlo
"especial", de convertir aquel faro malcarado, que bien hubiera podido
ir a parar a la basura, en un objeto que significara "algo" en mi vida,
y que me ayudara a recordar a aquella extraña amistad, surgida
tal vez, de la casualidad, ..., o tal vez de la causalidad...
Y pensé en la fábula del pescador, que ahora os invito a
releer una vez más, y seguidamente, tomé un rotulador y
le pedí a mis amigos que pusieran su nombre y la fecha en la
parte del faro que se antojaran...
Y así aquel sencillo, extravagante y siempre demasiado grande,
faro se convirtió en el símbolo de la fe de aquel
pescador de la historia, que siempre creyó ciegamente en su
corazón, ..., y se convirtió en el símbolo de
Otto, para que nunca perdiera la esperanza ni en el peor de los casos,
aunque todos a su alrededor "firmaran el faro" de Otto para indicarle
que estaba errando su camino...
Aquel sencillo, extravagante y siempre demasiado grande faro, ahora
lleno de nombres y fechas por doquier, se convirtió en el
testigo de una extraña y ahora extinta amistad, que
desapareció tan extrañamente como vino... Y ahora, este
texto, se convierte en el obsequio que siempre le debí a quien
me regalara aquel faro, para que si alguna vez lee estas letras, sepa
que mi presente es el de permitirle conocer, con estas líneas,
la identidad de Otto el Piloto, a quien, en verdad, conocen no muchos,
y de quien saben, realmente, muy pocos...
El pescador esperó eternamente el regreso de su amada esposa, y
dice la leyenda que nunca dejó de creer, ni por un instante, que
su mujer regresaría alguna vez al ver, en lo alto de la
peña más alta de la costa, a su marido
esperándola...
Yo creo que ella volvió, ..., ¿Qué crees tú?...
(En el recuerdo de Cata)