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Algunos hombres buenos


· Sinitaivas 031 - 15/05/02


Ya no quedan corazones buenos - me dijo - ya no quedan corazones que merezcan la pena, ni princesas que quieran ser rescatadas,..., ya no quedan caballeros, ni cruzados,..., y la humildad y el honor se perdieron para siempre marchitados...

- Yo creo que existen corazones buenos, y princesas, y cruzados, ..., los corazones de algunos hombres buenos conservan humildad y honor, como el tuyo- Le dije, boquiabierto al ver a mi viejo amigo más hundido que de costumbre, intentando animarlo con mis torpes, pero sinceras, palabras.

- Yo fui uno de aquellos hombres buenos...- me decía mientras dejaba escapar una leve sonrisa que le trocaba el rostro, como si volviera otra vez a vivir tiempos pasados en los que, tal vez pensara, merecía la pena ser de corazón puro y sentimientos nobles. - ... pero no te engañes, amigo Otto, no mereció la pena...- y el rostro le tornó a su cansado gesto, a su mirada gris y a su sonrisa amarga. - ... no mereció la pena creer en otros corazones que fueran el mío, no mereció la pena luchar contra las sombras ni rescatar princesas, no mereció la pena, Otto, ser caballero presto, de talante humilde, de honor probado,..., no la mereció...

- Porque el mundo está lleno de corazones fríos, que buscan su camino, y sólo marchan al compás de su propio ritmo. No se puede vencer a las sombras que oscurecen los destinos, ni se puede rescatar a princesas que no quieran librarse de su arresto, ..., y los caballeros prestos de temperamento fiel y de nobleza probada no ganan nunca los torneos, ni las batallas, ni las guerras, ni reciben a menudo gloria...

Me había dejado totalmente helado. Me sentía, de un modo especial, conmovido por imaginar su interminable lucha, su infatigable cruzada, ..., su infructuosa y casi apagada vida... Y me quedé un rato, casi inextinguible, mirándolo fijamente a los ojos, escasamente visibles bajo unas tupidas y nevadas cejas, hasta que pude ver un pequeño destello, un reflejo, ..., el de una lágrima que lentamente recorrió la piel marchita de su anciano rostro...

Luego de meditar un rato, ambos en silencio, intenté decir algo que diera sentido a aquella triste historia, y alegrara, aunque fuese un poco, el noble corazón de aquel hombre generoso: - Me niego a creer que toda una vida de algún buen corazón, castigado como el tuyo, no haya de servir para salvar algunos corazones de las sombras, que nunca pudieron ser rescatados de su pena salvo por caballeros nobles, de humilde talante y honor probado, como tú.

Me miró y me dijo: -¿Crees que mereció mi vida la pena?



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