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Un mundo de Locos


· Sinitaivas 030 - 22/11/01


Había parado a repostar en uno de esos muchos aeropuertos pequeños y poco frecuentados, en los que los del gremio aprovechamos para estirar las piernas dando un ligero paseo mientras nuestros planeadores se surten con los litros de combustible necesarios para cubrir la siguiente etapa de nuestro viaje.

Estaba tan distraído en mi paseo, pensando y dándole vueltas y más vueltas a un sinfín de cosas en mi cabeza, caminando lentamente a la luz del sol de la tarde, que brillaba en lo alto de un azul y limpio cielo de otoño, que no me di cuenta de que me había alejado demasiado del aeropuerto hasta que reparé en que ya no podía ver su larga y estrecha pista de asfalto troceado. Fue entonces cuando me detuve, intentando alargar un poco más aquel relajante paseo, frente al jardín de uno de esos hospitales psiquiátricos en los que suelen internar a aquellos a quienes no entendemos...

Pasé el tiempo suficiente frente a aquel jardín como para conocer a algunos de ellos. Uno recorría inquieto el jardín de punta a punta, preguntando al resto de compañeros, con cara de niño solitario, si le dejaban ser su amigo. Otro, aún más inquieto si cabe que el primero, se entretenía abrazando y besuqueando a todos los presentes, esperando recibir igual gesto en recompensa. Un anciano solitario, alejado del resto, sentado en un viejo banco bajo un enorme sauce, gritaba y aullentaba a cuantos intentaban acercársele, alegando, según él con razón, que todos pretendían hacerle daño y lastimarle. Una hermosa, y aparentemente asustadiza muchacha, permanecía cerca de la puerta principal, cerrada a cal y canto, claro está, aferrada fuertemente a las rejas de la misma, mirando nerviosamente el reloj, como si esperase la llegada inminente de alguien a quien llevaba esperando toda la vida y que, injustamente, nunca apareció, ..., mucho me temo que jamás aparecería. Otro hombre mayor, vestido de general del ejército mayor, se balanceaba en una vieja mecedora de junco, mientras susurraba, casi sin tomar aliento, historias pasadas sobre grandiosas batallas que él mismo protagonizó, y que al parecer no suscitaban interés alguno entre sus compañeros de recreo.

De regreso al aeropuerto, en busca de mi viejo y trasto planeador para proseguir con mi viaje, no podía dejar de pensar en aquella gente y en su no tan extraño comportamiento...
No podía dejar de preguntarme por qué no estaban los psiquiátricos totalmente llenos o totalmente vacíos, ya que, en el fondo, no creía que el resto de los mortales estuviésemos más sanos que ellos la mayor parte del tiempo.

Buscando alguien a quien querer, buscando alguien que nos quiera, alejando a la gente que pensamos nos va a lastimar, esperando eternamente el regreso de esa persona que nunca llega, viviendo una y otra vez en el recuerdo de pasadas historias... así vivimos más de uno, y más de dos...

¡Qué bueno sería recibir algún tipo de terapia...!



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